25 diciembre 2009
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19:18
Lo vi cargando un fusil como si en ello le fuera la vida acompañado de dos perros manchados en busca de conejos. Como una forma de lograr engancharse con la existencia y poder acabar con la de otros. No tenía claridad si al encontrarse con los animales salvajes podía disparar su arma y dejarlos muertos en la orilla del camino, destripados y sin cuero que cubriera la desnudez de la carne con ese olor pegajoso de tejidos y sangre, que a veces lo obligaba a hacer arcadas.
Con los perros los rastreó y por una quebrada medieval con árboles centenarios y maleza que subía por las rocas como escapando del río que se perdía en una oquedad al final de la tierra.
Preparó su rifle y hizo entrar en la recámara dos balas pequeñas, aseguró y se puso a esperar, sus perros perseguirían a los conejos silvestres y el estaría al acecho para cazarlos.
Eran las siete de la tarde y a lo lejos escuchaba los ladridos de sus perros enloquecidos
- Ahí vienen ,debo prepararme-
- Ahí vienen ,debo prepararme-
Ajustó la mira enfocó su mirada a lo que parecía venir por el sendero apretó el rifle colocó su dedo índice en el disparador y esperó. A las siete treinta , cuando las sombras comenzaban a cubrir las montañas en esa espera silenciosa donde sólo su aliento sonaba como una cascada con el corazón agitado y la sangre circulando como un río tempestuoso al alzar la mirada vió a años luz la Constelación del río Eridanus cercana a las estrellas brillantes y visibles de Orión .
- ¡El Cazador! - exclamó y bajó su arma
Los perros continuaron sus ladridos histéricos y abandonaron esa persecución , como no comprendiendo al hombre que con la vista en las constelaciones, buscaba una explicación a su debilidad de dejar escapar sus presas.
Cuando regresó mi padre me pasó el arma se dirigió a su dormitorio y cerró la puerta.
Nunca más volvió a cazar, la historia de ese misterio la vine a saber dos años después antes de morir a los cincuenta y siete años, una noche de sábado ,a las tres de la mañana al despertarme me dijo- ¿sábes tú porqué no maté a esos conejos-
-No padre- contesté
Al mirar las estrellas, ví a Orión y preguntándome ahí en el acecho - ¿ qué estoy haciendo aquí? -¿ de qué se trata , todo esto?- en un breve relámpago entendí el misterio del hombre y bajé mi arma
- Hijo, no tenía derecho a matarlos por diversión , no puedo jugar a Dios, duérmete tranquilo
Me acarició la cabeza, fue nuestra última conversación. Dos semanas después murió de un cáncer al colon.
A veces lo diviso cerca de las costelaciones acompañado de Canis Mayor y Canis Minor persiguiendo a las estrellas fugaces, viejo espejo con marco dorado, reflejo de sus antiguas correrías por los verdes prados de San Francisco de la Selva.
- ¡El Cazador! - exclamó y bajó su arma
Los perros continuaron sus ladridos histéricos y abandonaron esa persecución , como no comprendiendo al hombre que con la vista en las constelaciones, buscaba una explicación a su debilidad de dejar escapar sus presas.
Cuando regresó mi padre me pasó el arma se dirigió a su dormitorio y cerró la puerta.
Nunca más volvió a cazar, la historia de ese misterio la vine a saber dos años después antes de morir a los cincuenta y siete años, una noche de sábado ,a las tres de la mañana al despertarme me dijo- ¿sábes tú porqué no maté a esos conejos-
-No padre- contesté
Al mirar las estrellas, ví a Orión y preguntándome ahí en el acecho - ¿ qué estoy haciendo aquí? -¿ de qué se trata , todo esto?- en un breve relámpago entendí el misterio del hombre y bajé mi arma
- Hijo, no tenía derecho a matarlos por diversión , no puedo jugar a Dios, duérmete tranquilo
Me acarició la cabeza, fue nuestra última conversación. Dos semanas después murió de un cáncer al colon.
A veces lo diviso cerca de las costelaciones acompañado de Canis Mayor y Canis Minor persiguiendo a las estrellas fugaces, viejo espejo con marco dorado, reflejo de sus antiguas correrías por los verdes prados de San Francisco de la Selva.